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Desde que hay enfermos ha tenido que haber médicos; o algo parecido. En la prehistoria y en las culturas originales siempre existía la figura del sanador: chamán, brujo, curandero, medicine man… y con muchas otras denominaciones. Se trataba de individuos reconocidos por la comunidad, a quienes se les otorgaba el mayor poder posible: sanar.

En muchos pueblos primitivos persiste esta figura. Se diferencian de los médicos en que utilizan remedios no científicos, y su poder curativo es de orden sobrenatural, basado en supersticiones y falsas creencias. El devenir histórico hizo que, en un determinado momento, algunos de esos hechiceros se convirtieran en médicos, en nuestros antecesores. ¿Dónde podríamos encontrar a ese primer médico, al primero en aunar la búsqueda de la sanación con la arcaica ciencia médica?

La historia de la Humanidad comienza con la escritura, por lo que debemos remontarnos a Babilonia y a los pueblos de la antigüedad mediterránea. Los primeros médicos babilonios fueron los sacerdotes de Assipu, que se ocupaban de las enfermedades internas y de las posesiones demoníacas con remedios mágico-religiosos. Más adelante aparecieron los Asu, médicos no sacerdotes que se ocupaban sobre todo las afecciones externas, como las heridas, usando terapias naturales. Los primitivos médicos babilonios mezclaban medicina y superstición por lo que, junto a métodos naturales, usaban magia y adivinación.

Los médicos hebreos más importantes eran también sacerdotes. Probablemente el primero en separar las funciones sacerdotales de las del médico fue el rey Asa, quien al enfermar “no buscó a Dios sino a los médicos”. Cuando los médicos se independizaron de la religión hebrea, su campo de acción se restringió, ya que no se les permitía tratar las “afecciones ocultas”: las enfermedades internas, la epilepsia o las posesiones quedaban en manos del sacerdote.

Si saltamos hasta Egipto, podríamos encontrar al fin al que podría ser “el primer médico de la historia”, por ser el primero sobre el que existe documentación escrita. Se trata de Imhotep (en torno al 3.000 y 2.850 a.C.), la figura egipcia equivalente a Asclepio en Grecia. Imhotep fue visir del rey Zoser, de la III dinastía, y tenía conocimientos de astrología y arquitectura. A él se debe, entre otras grandes obras, la construcción de la pirámide escalonada de Sakkara. Fue una figura muy popular y al morir su cuerpo fue llevado al Nilo en una ceremonia que inició su posterior glorificación y deificación. Siglos después Imhotep se convertiría en dios de la medicina.

La cultura griega daba mucha importancia a la salud, debido a que consideraban que la enfermedad era un acto punitivo de los dioses. Los dioses castigaban con flechas individualmente, causando ceguera, locura o lepra; o colectivamente mediante epidemias. Según la mitología, el origen de la medicina occidental se encuentra en Asclepio, semidiós médico, hijo de Apolo y Corónide, que fue educado por el centauro Quirón. Asclepio curó a multitud de enfermos y practicó también resucitaciones.

Los templos Asclepio (asklepeia) se edificaban en lugares salubres, para mantener a los enfermos en condiciones óptimas. Tras realizar una ofrenda a Asclepio, los sacerdotes recibían a los enfermos en el templo, donde llevaban a cabo la curación: dormían y al día siguiente el sueño era relatado al sacerdote, quien lo interpretaba y aplicaba el tratamiento. La veneración a Asclepio se extendió por toda Grecia y en Roma fue latinizado como Esculapio. Actualmente quedan vestigios de los asklepeiaen Kos, Epidauro y Pérgamo, así como en Ampurias.

Entre los siglos VI y IV a.C. en Grecia se comienzan a cuestionar los mitos. En filosofía aparecen los prehipocráticos y en medicina las escuelas prehipocráticas. Los presocráticos intentaban explicar el mundo a través de la razón, sin tener que recurrir a los mitos. A su vez, los médicos prehipocráticos pretendían explicar la enfermedad por causas naturales, sin recurrir a la religión ni a los dioses. En torno al 700 a.C. se fundó en Cnido (Asia Menor) la primera escuela prehipocrática, que rechazaba la medicina teúrgica, basando los diagnósticos en las observaciones realizadas junto al enfermo. A finales del siglo VI a.C. ya había seis escuelas: Crotona, Agrigento, Cirene, Rodas, Cnido y Cos.

El primer médico prehipocrático del que tenemos conocimiento es Alcmeón de Crotona (siglo VI a.C.). Alcmeón, médico y filósofo pitagórico, escribió el primer libro griego de medicina del que se tiene noticia. Alcmeón consideraba que la enfermedad se debía a un desequilibrio entre los principios opuestos (húmedo y seco, cálido y frío, amargo y dulce) y que el cerebro era el centro vital. Fue el predecesor de las disecciones, siendo uno de los primeros en observar que las arterias estaban vacías y las venas llenas de sangre, postulando que las arterias conducían aire. Según el Diógenes Laercio, Alcmeón“es el primero que escribió del orden de la naturaleza, como dice Favorino en su Historia varia”.

Alcmeón de Crotona postuló el desequilibrio entre principios opuestos como explicación fisiopatológica y después Empédocles de Agrigento (siglo V a.C.), el médico más destacado de la escuela de Agrigento, añadió que la materia estaba constituida por cuatro elementos básicos (fuego, agua, tierra y aire), siendo preciso su equilibro. Sobre esta base, Hipócrates (460-370 a.C.), popularizado como “el padre de la medicina”, pudo argumentar que las enfermedades se producían por un disbalance entre los cuatro humores (flema, bilis amarilla, bilis negra y sangre), compuestos a su vez por los cuatro elementos de Empédocles. La escuela de Hipócrates sustituyó las explicaciones mágicas y sobrenaturales sobre la enfermedad por otras naturales.

Aunque hoy sabemos que sus especulaciones realmente no tienen una base científica, Alcmeón, Empédocles e Hipócrates buscaron la sanación a través de la naturaleza, sin tener que mirar al cielo. El paso del mito al logos (a la razón) que se estaba dando en filosofía, también se produjo en medicina.

Si hacemos caso del tópico que otorga a Hipócrates la paternidad de la medicina, Alcmeón y Empédocles serían sus abuelos e Imhotep y Asclepio los bisabuelos. Desde los inicios de la medicina se cumple el aforismo que afirma que “somos enanos a hombros de gigantes”, así como que desde los primeros médicos, le debemos todo a los enfermos.

Fuente: https://www.univadis.es